En la salud o en la enfermedad, nadie puede resistirse a una pedida así. Disfrutar de este clásico del tapeo murciano en plena plaza de la Catedral bañada por los rayos del astro sol es un momento que te acompañará el resto de tu vida.
Imposible no entregar tu corazón a esta unión de salmuera (anchoa) y vinagre (boquerón). El matrimonio por excelencia. Vínculo indisoluble el que se crea entre ambas preparaciones de un mismo pescado. Sí, así es, el bocarte como se le conoce en el Norte o engraulis encrasicholus como lo bautizaron los eruditos. Una confusión extendida la de creer que ambos bocados provienen de distintos habitantes del mar. La distinción procede únicamente de su forma de preparación.
Siéntate y disfruta de este sabor inigualable frente a una de las grandes joyas del Barroco español, emblema y orgullo de nuestra capital, maridado a la perfección con dos estilos igualmente sabrosos a la vista: el rococó del Palacio Episcopal y la modernidad del edificio Moneo. Un lugar donde poder disfrutar viendo el trasiego de gente mientras degustas historia, tradición y sabor.
Lo habitual es comerlo añadiendo unas leves gotas de cítrico murciano o, por qué no, lima, maridando este sacramento gastronómico con una caña helada. Los adorables Hermanos Torres pusieron su toque rematándolo con piparra en juliana, un toque más de vinagre para no subestimar y a tener en cuenta por nuestros hosteleros.
Os aseguramos que declararéis vuestro amor eterno al matrimonio murciano. Y querrás más. No lo dudes. Parafraseando a Víctor Hugo, "La cerveza abre el paréntesis, el matrimonio lo cierra".
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